A la hora desarrollar un producto, ya sea físico o digital, debemos establecer cuál será la metodología de trabajo que mejor se adapte a nuestras necesidades. Por eso, es importante conocer de qué se trata la metodología waterfall y la metodología ágil, en el ámbito del diseño, para poder llevar a cabo nuestra tarea de la manera más eficiente.
Una metodología de trabajo implica establecer una serie de pasos a seguir en el desarrollo de nuestra tarea, con el objetivo de aportar organización en el ámbito laboral. De esta manera, podremos llevar adelante nuestro proyecto de una forma mucho más eficiente.
En este sentido es que surgen las metodologías ágiles y en cascada, o ágil y waterfall, que tienen distintas maneras de organizar el trabajo y, por lo tanto, cada una de ellas será útil en distintos casos, dependiendo de nuestras necesidades.
Metodología Waterfall
La metodología waterfall, o metodología en cascada, es una forma de organización del trabajo que fue muy utilizado a lo largo de la historia.
Lo que implica esta metodología es un desarrollo secuencial de las tareas de trabajo, por lo que, una vez definidas las tareas, no se puede pasar a la siguiente hasta que no se termine la anterior. Es decir, recién cuando termina una es que comienza la otra.
Esto recuerda al modelo fordista de producción, que fue sumamente usado durante el siglo XX por sus beneficios: reducía los costos y el tiempo de producción, el trabajo era mecanizado y permitía la especialización de la mano de obra.
Pero en la década del ’70 surgió la metodología en cascada, tal como se la conoce en la actualidad, que permite organizar el flujo de trabajo mediante una serie de fases que se deben ejecutar una a una.
Entonces, pensado en el ámbito del diseño digital, las etapas que se deben seguir, de acuerdo con este esquema, son:
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Análisis
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Diseño
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Codificación o programación
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Prueba
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Mantenimiento
Ahora bien, teniendo en cuenta que cada etapa debe verse concluida antes de avanzar con la siguiente, podemos encontrarnos con algunos problemas recién una vez que esté concluido todo el proceso. Es decir, cuando el producto ya esté terminado.
Por lo tanto, si encontramos algún error, o si tenemos que realizar algún tipo de modificación, vamos a tener que pasar de nuevo por las distintas fases del proyecto para modificarlo, lo que implica una gran pérdida de tiempo.
Entonces, sí, por ejemplo, encontramos errores en el diseño, nos vamos a enterar recién cuando concluya todo el proceso y, para ese entonces, ya habremos perdido muchísimo tiempo. Y esto sin mencionar la pérdida económica que implica la extensión de los plazos en estos proyectos.
Es por esto que la metodología waterfall, en el ámbito digital, es recomendable para aquellos proyectos pequeños o sencillos, en los que los requerimientos están bien establecidos, porque al tratarse de una metodología muy simple, fácil y rápida, permite que no haya superposición de tareas y resulta en una forma de organización muy ordenada.
Además, permite que el cliente no se lleve ninguna sorpresa, porque sabe qué esperar. Esto quiere decir que el producto que nosotros le prometemos, es el que va a obtener cuando finalice el proyecto porque, siguiendo todos estos pasos de manera ordenada, no habrá posibilidad de introducir modificaciones que no estaban previstas en la etapa de análisis.
En cambio, la metodología en cascada no es aconsejable en aquellos proyectos que son más complejos, debido a que presenta un nivel muy grande de riesgo y de incertidumbre, porque hasta que no llegamos a la etapa de prueba no sabemos si salió todo bien.
Entonces, en esos casos, tal vez sea preferible optar por la metodología agile que implica una forma de trabajo diferente.
Metodología Ágil
La metodología ágil, o metodología agile, a diferencia de la metodología waterfall, permite validar, constantemente, lo que estamos haciendo. Es decir, no es necesario esperar a finalizar una etapa para avanzar con la siguiente, sino que podemos corroborar, en todo momento, que lo que estamos haciendo esté resultando como esperábamos.
Lo que sucede es que se trata de un proceso cíclico que tendrá tantas instancias de relevamiento, como iteraciones. Y, mediante cada iteración, vamos a poder corroborar si los supuestos de cada etapa son correctos o si es necesario realizar alguna modificación para conseguir los resultados deseados.
Por lo tanto, en este caso, las etapas a seguir son:
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Análisis
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Elaboración o diseño
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Prueba
De esta manera, podremos hacer iteraciones constantes que nos permitan hacer todas las evaluaciones y modificaciones que consideremos necesarias: desde analizar si nuestro producto efectivamente resuelve las necesidades planteadas, hasta la posibilidad de verificar que se trata de un producto de fácil utilización y buen funcionamiento.
Es por eso que, el principal beneficio que otorga la metodología ágil, es que no hace falta esperar a que el producto ya esté terminado para efectuar correcciones, sino que podemos hacerlo en cualquier etapa del proceso.
Además, permite que se puedan introducir distintas modificaciones que no estaban previstas desde el comienzo del proyecto, ya sea que se trate de mejoras propuestas por los diseñadores, como sugerencias hechas por el cliente.
Y, por otro lado, la metodología ágil contribuye a la disminución de riesgos, debido a que permite que no se extiendan tanto los plazos de entrega, lo que redunda en un importante beneficio económico, y ayuda a que no llegue al mercado un producto que resulte difícil de utilizar.
Por lo tanto, la metodología ágil resulta muy útil cuando se está diseñando un producto que aún no existe, porque nos da todas las herramientas para elaborar las hipótesis para la resolución del problema, y las vamos a validar constantemente, gracias a la iteración.
Ahora bien, esta metodología también presenta algunas desventajas, como, por ejemplo, que los plazos de entrega se terminen extendiendo, pero porque en las iteraciones podemos seguir encontrando problemas en diversas etapas.
Entonces, si usamos esta metodología, debemos saber que es muy difícil establecer fechas concretas para la entrega final, porque depende de los distintos imprevistos que podamos ir encontrando a lo largo de todo el proceso.
Por otro lado, al utilizar la metodología ágil, podemos encontrarnos con un producto final que es totalmente diferente de lo que teníamos previsto en un comienzo. Esto sucede porque podemos comenzar con una idea clara, pero después de las distintas iteraciones y modificaciones, puede ocurrir que el resultado sea totalmente diferente de lo que esperábamos.
Y, si bien esto no necesariamente implica un problema, puede ser que el cliente no se encuentre satisfecho al final del proceso porque esperaba un producto diferente.
Sin embargo, para evitar estas situaciones, es importante que los clientes estén involucrados a lo largo de todo el proceso, para que sepan cuáles fueron los problemas encontrados y cuáles las soluciones, de manera que no se lleven ninguna sorpresa al entregar el producto final.
Por lo tanto, al conocer cuáles son las diferencias entre la metodología waterfall y la metodología ágil, a la hora de llevar adelante nuestro proyecto podemos optar por aquella que se adapte mejor a nuestras necesidades y que nos permita un resultado final exitoso.
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