El poder de nuestras manos: ¿qué significa RCP?

Mariano es el verdulero del barrio; tiene 40 años, cada día lleva a Lucía, su hija de 7 a la escuela. El martes, después de dejarla y caminando hacia su puesto de trabajo, sintió una fuerte presión en el pecho. Era tan doloroso que se asustó mucho, entró a una librería a pedir ayuda, desmayándose súbitamente, sin responder a las preguntas de Marcela, la señora que estaba limpiando la librería y que sabía lo que tenía que hacer.

Muchas veces nos preguntamos qué debemos hacer ante una persona que no contesta y no respira: la respuesta la tenemos en nuestras manos, sí, en nuestras manos, sólo con las manos podemos intentar salvarle la vida a una persona. Si supiéramos el poder que tenemos con solo comprimir rápido y fuerte el centro del pecho, nadie lo dudaría.

RCP significa Reanimación Cardio Pulmonar; no resucitamos ni revivimos a nadie, sólo podemos revertir un paro si respetamos todos los eslabones de la cadena de sobrevida. Pero ¿cómo lo hacemos?

En primer lugar, reconociendo que la persona no contesta. Para esto es necesario tocarla en los hombros ejerciendo un estímulo de dolor; no es necesario cachetear a la víctima, si la víctima no reacciona se debe llamar al 107, indicando al radio operador que tenemos una persona que no reacciona. Luego hay que chequear durante 10 segundos si se mueve el tórax; si para nosotros no se mueve hay que comenzar a comprimir fuerte y rápido el centro del pecho, entrecruzando nuestras manos.

Si bien es una maniobra que cansa, nuestro cuerpo genera tanta adrenalina por lo que estamos haciendo que no nos vamos a cansar, aunque lo ideal sería cambiar de reanimador cada 2 minutos, para que las compresiones sean de calidad. Es preferible hacerlo mal a no hacerlo; ante la duda se debe seguir comprimiendo y si la persona reacciona o grita dejar de hacerlo.

Si estamos en un lugar donde hay un desfibrilador externo automático tenemos que usarlo, ya que este aparato reporta un 80% de sobrevida.

Son muchas las dudas que se nos generan a la hora de decidir si nos metemos o no a ayudar ante una emergencia de este tipo. En estos casos hay que pensar qué pasaría si esta situación le ocurre a un familiar nuestro: seguro querríamos que alguien por lo menos lo intentara.

La sensación que tenés cuando intentás salvarle la vida a alguien te acompañará toda tu vida, más allá del resultado; ese empuje es el motor para replicar estas acciones y difundir este mensaje, y de esta manera ser cada vez más los que sabemos qué hacer y qué no hacer.

Aprender estas maniobras, como lo hizo Marcela, implica poco tiempo y esfuerzo, pero muchas ganas de ayudar a los demás, marcando la diferencia entre la vida y la muerte.

AUTORA: Judith Wilhelm, instructora acreditada por la American Heart Association y docente de Capacitarte.