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Puntos de acceso para negociar con los países BRICS

Puntos de acceso para negociar con los países BRICS Para ser parte del comercio mundial es necesario comprender los procesos globales. Los mercados emergentes, particularmente los países que conforman los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se están convirtiendo rápidamente en focos atractivos para inversionistas. Por esta razón, entender estos procesos es clave para no quedar fuera del sistema.
Según una investigación llevada a cabo por el Boston Consulting Group la actividad de fusiones y adquisiciones empresariales se acelera, y son los mercados emergentes los que reciben la mayor parte de la inversión, al tiempo que es probable que continúe siendo así en el futuro cercano.
 
Es necesario tener en cuenta que los países que conforman los BRICS representan el 60% de los acuerdos con mercados emergentes, y uno de cada cuatro acuerdos de fusiones y adquisiciones involucra a un comprador o a un vendedor de un mercado emergente.
 
Los negociadores de países desarrollados buscan ante todo invertir en regiones emergentes del mundo en materia de energía y recursos naturales que utilizan para impulsar sus economías. Por el contrario, los negociadores de mercados emergentes buscan adquirir tecnología y conocimientos de gestión en las economías desarrolladas.
 
Es decir, se da el equilibrio perfecto entre quienes buscan y quienes ofrecen.
 
"La búsqueda del conocimiento avanzado de gestión junto con el acceso al mercado surge como una motivación principal para los compradores extranjeros del BRICS, en especial para China", asegura Jens Kengelbach, socio de BCG y coautor de la investigación. "Incluso está superando la transferencia de tecnología en tanto motivación de fusiones y adquisiciones. Las gerencias de las empresas a las que apuntan los compradores del BRIC deben recibir incentivos que faciliten la transmisión de los conocimientos sobre gestión".
 
Según la publicación Política Exterior, si bien la arquitectura financiera internacional sigue dominada por EE UU y Europa, los países emergentes buscan alternativas para ser parte de la gobernanza económica mundial. Por ejemplo este año China asumió la presidencia del Grupo de los 20, por primera vez.
 
Si bien los BRICS se constituyeron como grupo en 2009, en plena crisis financiera, durante ese tiempo, el grupo se ha constituido como un foro de articulación política, pero donde las profundas diferencias entre los países no han permitido grandes avances. De todos modos, en aquel entonces, el diplomático brasileño José Alfredo Graça Lima declaró: “Su creación es la respuesta a la falta de acuerdos para democratizar el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no es solo eso. Es también una demostración de la capacidad de los BRICS y de que no dependen de los grandes organismos multilaterales”.
 
Lo cierto es que las instituciones financieras internacionales no han sido capaces de acomodarse a la nueva realidad y otorgar a las economías emergentes el protagonismo que merecen. “El PIB agregado de los BRICS es hoy mayor que el de las economías avanzadas cuando se crearon las instituciones de Bretton Woods”, explica el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Estos países representan una cuarta parte de la economía mundial, y casi el 94 por ciento del crecimiento económico internacional entre 2007 y 2013. Su presencia en las instituciones financieras, sin embargo, es casi inexistente. El FMI ni siquiera ha sido capaz de poner en marcha la mínima revisión de cuotas aprobada en 2010, que ya habría quedado obsoleta por la evolución de las economías, ante el rechazo del Congreso de EE UU a ratificar el acuerdo.
 
“La intención es que el banco de los BRICS se convierta, con el tiempo, en una alternativa al Banco Mundial y al FMI y que sea un nuevo actor entre las instituciones financieras globales. Es un objetivo ambicioso que requerirá un grado de coordinación y armonía que no siempre hemos visto en este grupo”, según explica Vivek Dehejia, profesor de Económicas de la Universidad Carleton (Canadá). El organismo nace con una aportación inicial de 50.000 millones de dólares al capital del banco y 100.000 millones de capacidad de préstamo, así como un fondo de reservas por otros 100.000 millones para ayudar a los países del grupo en caso de una posible crisis de liquidez, como las vividas en algunos países europeos durante la crisis financiera. Son unos 200.000 millones de dólares, la divisa que se utilizará en las transacciones de esta organización, para poner en valor el grupo y hacer una demostración de su fortaleza económica.
 
En diversos artículos, Nicholas Stern, presidente del Grantham Research Instituteen la London School of Economics y de la Academia Británica, ha defendido juntoa Stiglitz [ambos antiguos economistas- jefe del Banco Mundial] la necesidad de un nuevo banco de desarrollo que dé respuesta a las ingentes necesidades de los países emergentes en materia de infraestructuras.
 
Se trata también de lograr que el tipo de proyectos que financian recoja las necesidades económicas, sociales y medioambientales de estos países. Por ejemplo, el Banco Mundial apenas financia una decena de proyectos de energía hidráulica en todo el mundo, debido al rechazo que genera en muchos grupos depresión la construcción de presas y pantanos.
 
Stiglitz sostiene que las instituciones tradicionales no han sido capaces de aprovecharlas oportunidades que ofrecen los cambios en los mercados financieros, incluyendo las importantes sumas que manejan los fondos soberanos y los fondos de pensiones, y que el nuevo banco de desarrollo podría ser capaz de catalizar nuevas alianzas para dotarse de otros instrumentos de financiación, más innovadores y eficientes.
 
Los BRICS tienen en este contexto una enorme oportunidad de cambiar el eje, si bien no será fácil, porque se trata de acostumbrar al mundo a otro tipo de comercio y relaciones, es algo que deberán estudiar, analizar y aprovechar. En ellos está implementar este cambio que no sólo tiene que ver con la órbita económica mundial sino también con la forma de pensar el mundo
 
El éxito o el fracaso de este proyecto dependerá, en buena medida, de la capacidad de influencia de los países emergentes en la reforma de la gobernanza económica mundial.
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